Ayer me di con unos
amigos la vuelta tradicional que realizamos anualmente por el
delta de l’Ebre. Esta vez en jueves, día laborable, buscando una mayor paz y
tranquilidad. Más o menos nos ceñimos al recorrido habitual, eso sí, poniendo especial
ojo en las aves menos comunes que en
días anteriores se habían localizado en el espacio. Si bien, obtuvimos un
escaso (comparado con otros años) número de especies, 79, añadimos como novedad
a ese listado la localización de 4 malvasías (Oxyura leucocephala) desde el
Pont del Travers. Ahora bien, el motivo de escribir estas líneas es una
situación en la que nos vimos involucrados no por nuestra voluntad y que
demuestra que aún, hoy día quienes se imponen en el delta de l’Ebre y no solo
ante el ciudadano de a pie, sino también ante la propios funcionarios de la
administración, es el cazador. Nuestro trayecto habitual nos permitía
acercarnos a varias localizaciones de especies escasas, entre ellas el Archibebe
Patigualdo Chico (Tringa flavipes) que, según los registros de diversos
portales electrónicos, se había visto en ese punto el día anterior. Llegamos al
punto en cuestión y aparcamos fuera de la finca, aunque la barrera estaba
abierta. Es siempre muy importante dejar los vehículos fuera de las fincas,
para no molestar a los propietarios o a las personas que realicen diferentes
actividades, incluida la cinegética. Es una simple cuestión de respeto... Aunque
en este caso, la barrera estaba abierta y no había ninguna prohibición. El caso
es que plantamos los catalejos y no localizamos al ave en cuestión, a pesar de
estar mirando con cierta insistencia por unos 15 minutos. Sí que había otros Tringas… No parecía que molestáramos a nadie, ya que durante todo
ese rato nadie apareció por el lugar. Cuando estábamos disfrutando de la
observación por catalejo de un precioso halcón
peregrino (Falco peregrinus)
posado en un chopo, con caracteristicas de la ssp. calidus y bastante cercano, entró un vehículo en la finca. Un
Nissan Qasquai blanco que aparcó a unos 30 metros nuestro, dentro. De él se bajó un
funcionario que nos preguntó que si estábamos viendo el flavipes, que ya no se
veía hacía 3 días y que estaban haciendo un censo de aves acuáticas
invernantes… Y de pronto, desde la carretera, entró un todoterreno negro,
levantando polvo de la pista y aparcando al lado del Nissan, buscando en su
interior al conductor... El funcionario al verlo, nos dijo que era un cazador y es que allí no se podía estar y se dirigió
hacia su vehículo a paso ligero y tras
un breve intercambio de palabras marchó rápido. El cazador se acercó y nos dijo
que estaban cazando, que era una propiedad privada y que nos teníamos que ir. Y
se marchó. Y viendo nosotros que ya no quedaba mucho por hacer, salimos ya cuando
el cazador se había ido. Lo que llama la atención de esta situación es que
parece que, hasta los propios cazadores imponen sus reglas a los funcionarios o
técnicos que realizan censos, ya que, como explicamos, la valla estaba abierta
y no había ninguna prohibición de paso a finca privada.
viernes, 13 de enero de 2017
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