A mi, madrugar para trabajar no me afecta en exceso. Por eso coincido habitualmente en la parada del bus con un mirlo. Un macho que siempre está ahí. Me mira y le miro. Es un parterre iluminado por varias farolas. Esta iluminación le permite prospectarlo en busca de alimento. Ya he hablado en ocasiones en este mismo blog sobre la importancia de la iluminación artificial para las aves urbanas. Aumentan las posibilidades de encontrar alimento en un horario más amplio y cuando la ciudad aún descansa.
Este mirlo no consiente en ninguna época del año que ningún otro ejemplar prospecte el espacio. Los expulsa, incluso a las hembras. Pero en primavera, el comportamiento cambia. Ayer empezó a cantar desde un árbol del lugar. Y cuando aparezca una hembra, le dejará alimentarse, expulsando a otros machos. Queda claro que no solo es el vigor del ejemplar en si, su potente canto y su virilidad expulsando a rivales. El ser propietario de una zona de alimento interesante, en este caso iluminada, es o son motivos de interés para las hembras.
Hoy, mientras picoteaba el césped, otro macho cantaba desde Palo Alto a unos 50 metros. En la zona de influencia del parc el mirlo todavía se hace notar. Y escribo todavía porque he notado una rarefacción en los últimos años. Dentro del parc no puede criar por la presión humana y perruna. Pero en otros parques como el de la Ciutadella, ha descendido enormemente, por estos motivos y por una gestión de jardinería que busca una imagen más decimonónica y ordenada de la vegetación.
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