Esta tarde en el parc, después del tenue frente de lluvias que ha humedecido la vegetación, era momento de un paseo ornitológico. El aire manchaba frescor y nada más arribar, en las ramas aún floridas de un árbol del amor, un papamoscas gris (Muscicapa striata) revoloteaba a la captura incesante de insectos. Cercano a su posición, localizaba en el ramaje de un dañado alcornoque a un mosquitero común (Phylloscopus collybita). Esta especie muestra una tendencia de citas más extendidas en mayo, mes que en los últimos años ha registrado machos cantores. En el alcornoque anexo podía entrever en su copa a un más gualdo mosquitero musical (Ph. trochilus) que, tímido, parecía inspeccionarme con la mirada. En el lago, casi nada, quizás por la presencia de tres operarios de fuentes. Busco y no encuentro a los dos pollitos supervivientes. A saber, como habrán acabado. Me voy a la chopera del pipican y reclama un papamoscas cerrojillo (Ficedula hypoleuca), otra ave inquieta que no para de capturar insectos para aumentar su carga de grasa y proseguir viaje norteño.
martes, 3 de mayo de 2022
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