Todos tendemos a buscar a los primeros migrantes, cuando tratamos del género Sylvia, entre la vegetación más túpida. lugar donde encuentran refugio y alimento... Asi localizamos diferentes especies, algunas de las cuales son difíciles de identificar tanto por lo críptico de su plumaje como por ese ambiente por el que se desplazan, lleno de ramas y hojas tupidas...
Pues ayer, en el parc, localicé en ese ambiente tupido y habitual a una hembra de curruca carrasqueña (Sylvia cantillans), unida a 7 mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita) y 3 musicales (Ph. trochilus). Sobre los mosquiteros, de los comunes, fue ayer el día en el que detecté ya un descenso importante de ejemplares... Lo que coincide con la presencia de los musicales...
Pero retomando el título de la entreda, ayer en la copa más alta de un chopo, a cielo casi abierto y alejándose de ese comportamiento retraido que a veces muestran las currucas, apareció un precioso macho de carrasqueña (S. cantillans). Se movía alegremente, picoteando ávidamente todas los brotes, totalmente despreocupado de ocultarse, por ejemplo, del cernícalo que en ocasiones captura mosquiteros en el parc (aunque hace días que no se observa...). Quizás, quien sabe, entró migrando y el primer alimento que observó fue éste, más a la intemperie... Pero no deja de llamar la atención observar tan a cielo abierto a esta especie, habitual en los recovecos y lugares más ocultos de nuestra maquia mediterránea...
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