Este invierno ha sido uno de esos atípicos. En su inicio, muy benignas temperaturas que no sedimentaron especies como el petirrojo o el mosquitero. Después, sensible descenso de temperaturas que hizo aumentar el número de petirrojos. Pero la sensación que tenía era de una ausencia muy generalizada de paseriformes. Habida cuenta que yo cuento siempre las aves, era cuestión de calculadora. Comparando con los meses de diciembre y enero del año anterior, el descenso es de un 32%. Y gracias aún al aumento del 14% del estornino pinto que acude por motivos tróficos. Lo más sorprendente es el descenso de páridos, un 43%, en especial del herrerillo común. Y los páridos son residentes urbanos. He excluido de los datos al pico de coral, ya que juegan en otra liga. Sensible descenso de fringílidos, un 12%. Este año muy poco pinzón, quizás debido al desastre de los linos de Nueva Zelanda, algunos marchitos por tanta calor. Y al incendio que acabó con otro punto de alimentación.
En definitiva, hay menos aves paseriformes. Se desconocen los motivos. Pero para ello realizo seguimientos. Desde que estudio y disfruto de las aves, sus poblaciones han disminuido en cualquier hábitat. Un claro síntoma de la destrucción a la que sometemos nuestro planeta. Y con palabrería, fotos y rótulos, no lo vamos a salvar...
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