Permitidme compartir un emocionante hallazgo, encontrado entre las perpetuas nieves caídas el lunes pasado.
No pertenece en este caso al motivo principal de este blog, el Parc de Diagonal. Pero creo que bien vale la pena el hacérosla llegar. ..
Creo justo el recordar que las repercusiones de la nevada que para unos pueden ser tan solo anecdóticas (trineos en las laderas del Parc de Diagonal), para otros se han convertido en un verdadero sufrimiento (una semana sin luz, con frío, mucho frío). Y que tales situaciones nos deberían hacer reflexionar sobre nuestro papel en el planeta y sobre esa supuesta superioridad tecnológica que, en ocasiones, nos puede hacer pensar que las adversidades climatológicas son sucesos ajenos, controlables o pertenecientes a países más lejanos. Ayer, un tertuliano radiofónico comparaba explícitamente a la sociedad humana con las hormigas… Más o menos decía: “Cuando cae una nevada de tal magnitud nos convertimos en seres pequeños y débiles que poco podemos hacer más que esperar que pase la adversa climatología…”. Muy desafortunada comparación… Las hormigas llevan millones de años soportando adversidades climatológicas, evolucionando hacia soluciones eficaces, manteniéndose firmes como artrópodos sobre este cambiante planeta, en el que el homo sapiens lleva tan poco tiempo. Ya nos gustaría ser tan eficientes y resistentes como las “débiles y pequeñas hormigas…”. Cuando no estemos aquí, es más que probable que ellas lo sigan estando…
Después de esta reflexión, vuelvo al motivo de este escrito, también relacionado con el largo proceso evolutivo de la vida sobre esta castigada Tierra. Observad la imagen…
No es impresionante por su calidad fotográfica, aspecto que siempre puede ser mejorado. Es por lo que nos muestra y sobre lo que nos alecciona. Osona, en su extremo más al sur, más emparentada, geográfica, meteorológica y geológicamente con el Vallés, nos presenta una variedad de orquídeas silvestres que sobrepasa con mucho la media catalana. Esta incipiente orquídea se trata de la Barlia robertiana, una de las más tempraneras y de mayor tamaño de nuestra botánica. La imagen captada el domingo pasado, seis días después de la nevada, nos muestra como la planta ha luchado contra la nieve, que en esa zona alcanzó casi el metro de espesor. Muestra de tanta nieve caída es que seis días después, y en zona solana, el sólido elemento se mantiene.
Las Barlias son plantas esbeltas, de bellas flores rosadas, de crecimiento vertical. Pero en este caso, parece que el peso y densidad de la nieve dura ha forzado a la planta a alcanzar la superficie, adoptando un desarrollo más diagonal; más como si desde las entrañas de la helada se hubiera hecho espacio retorciéndose lentamente, como si de un sacacorchos se tratara. Como si conociera que sobre ese mundo de hielo que la aferraba, existía ya un clima más atemperado que le permitiera en el menor tiempo posible abrir sus flores a los insectos presentes en ese mundo más exterior. Al tratarse de una orquídea más tempranera, florecida en ocasiones en febrero, me pregunto: ¿Posee en sus genes algún mecanismo que le permita ante una nevada copiosa modificar la dinámica de su crecimiento para alcanzar el espacio aéreo luchando contra tanta nieve y hielo?. Sea como fuere, tiene esta planta la suficiente fuerza como alcanzar su objetivo principal. Poder perpetuarse y transmitir sus genes más poderosos ante las inclemencias por otro lado más habituales hasta hace poco tiempo.
Según los últimos estudios la generación de la vida en el planeta pudo ocurrir en lo más profundo de los océanos o en los subsuelos más tenebrosos de nuestra corteza, hace unos 3.500 millones de años. Allí seres microscópicos, unicelulares, comenzaron a reproducirse ajenos a la existencia de un elemento gaseoso desconocido. El oxígeno. Seres anaeróbicos que emergieron y ocuparon durante más cientos de millones de años la superficie del planeta y sus mares. En un tiempo, estos seres dieron lugar a una nueva filogenia, las cianobacterias. Bacterias específicas que expulsaban un material de desecho a la atmósfera, material probablemente inexistente hasta el momento. Ese residuo lo conocemos hoy como oxígeno.
Y la posterior evolución dio lugar a un lento desarrollo que culminó con el desarrollo de plantas, más complejas pero que siguieron, gracias a la clorofila, expulsando este residuo. Y luego ya aparecieron todos los demás seres aeróbicos, que más tarde dio lugar a que algunos de nosotros tengamos capacidad de poder aporrear un teclado y explicar historias como éstas…
Mientras, las orquídeas se retuercen buscando la luz, empujadas misteriosamente por una extraña fuerza nacida de la Tierra hace unos 3.500 años… Sin preocuparse en exceso de esos ignorantes seres que respiran sus residuos diurnos…
No pertenece en este caso al motivo principal de este blog, el Parc de Diagonal. Pero creo que bien vale la pena el hacérosla llegar. ..
Creo justo el recordar que las repercusiones de la nevada que para unos pueden ser tan solo anecdóticas (trineos en las laderas del Parc de Diagonal), para otros se han convertido en un verdadero sufrimiento (una semana sin luz, con frío, mucho frío). Y que tales situaciones nos deberían hacer reflexionar sobre nuestro papel en el planeta y sobre esa supuesta superioridad tecnológica que, en ocasiones, nos puede hacer pensar que las adversidades climatológicas son sucesos ajenos, controlables o pertenecientes a países más lejanos. Ayer, un tertuliano radiofónico comparaba explícitamente a la sociedad humana con las hormigas… Más o menos decía: “Cuando cae una nevada de tal magnitud nos convertimos en seres pequeños y débiles que poco podemos hacer más que esperar que pase la adversa climatología…”. Muy desafortunada comparación… Las hormigas llevan millones de años soportando adversidades climatológicas, evolucionando hacia soluciones eficaces, manteniéndose firmes como artrópodos sobre este cambiante planeta, en el que el homo sapiens lleva tan poco tiempo. Ya nos gustaría ser tan eficientes y resistentes como las “débiles y pequeñas hormigas…”. Cuando no estemos aquí, es más que probable que ellas lo sigan estando…
Después de esta reflexión, vuelvo al motivo de este escrito, también relacionado con el largo proceso evolutivo de la vida sobre esta castigada Tierra. Observad la imagen…
No es impresionante por su calidad fotográfica, aspecto que siempre puede ser mejorado. Es por lo que nos muestra y sobre lo que nos alecciona. Osona, en su extremo más al sur, más emparentada, geográfica, meteorológica y geológicamente con el Vallés, nos presenta una variedad de orquídeas silvestres que sobrepasa con mucho la media catalana. Esta incipiente orquídea se trata de la Barlia robertiana, una de las más tempraneras y de mayor tamaño de nuestra botánica. La imagen captada el domingo pasado, seis días después de la nevada, nos muestra como la planta ha luchado contra la nieve, que en esa zona alcanzó casi el metro de espesor. Muestra de tanta nieve caída es que seis días después, y en zona solana, el sólido elemento se mantiene.
Las Barlias son plantas esbeltas, de bellas flores rosadas, de crecimiento vertical. Pero en este caso, parece que el peso y densidad de la nieve dura ha forzado a la planta a alcanzar la superficie, adoptando un desarrollo más diagonal; más como si desde las entrañas de la helada se hubiera hecho espacio retorciéndose lentamente, como si de un sacacorchos se tratara. Como si conociera que sobre ese mundo de hielo que la aferraba, existía ya un clima más atemperado que le permitiera en el menor tiempo posible abrir sus flores a los insectos presentes en ese mundo más exterior. Al tratarse de una orquídea más tempranera, florecida en ocasiones en febrero, me pregunto: ¿Posee en sus genes algún mecanismo que le permita ante una nevada copiosa modificar la dinámica de su crecimiento para alcanzar el espacio aéreo luchando contra tanta nieve y hielo?. Sea como fuere, tiene esta planta la suficiente fuerza como alcanzar su objetivo principal. Poder perpetuarse y transmitir sus genes más poderosos ante las inclemencias por otro lado más habituales hasta hace poco tiempo.
Según los últimos estudios la generación de la vida en el planeta pudo ocurrir en lo más profundo de los océanos o en los subsuelos más tenebrosos de nuestra corteza, hace unos 3.500 millones de años. Allí seres microscópicos, unicelulares, comenzaron a reproducirse ajenos a la existencia de un elemento gaseoso desconocido. El oxígeno. Seres anaeróbicos que emergieron y ocuparon durante más cientos de millones de años la superficie del planeta y sus mares. En un tiempo, estos seres dieron lugar a una nueva filogenia, las cianobacterias. Bacterias específicas que expulsaban un material de desecho a la atmósfera, material probablemente inexistente hasta el momento. Ese residuo lo conocemos hoy como oxígeno.
Y la posterior evolución dio lugar a un lento desarrollo que culminó con el desarrollo de plantas, más complejas pero que siguieron, gracias a la clorofila, expulsando este residuo. Y luego ya aparecieron todos los demás seres aeróbicos, que más tarde dio lugar a que algunos de nosotros tengamos capacidad de poder aporrear un teclado y explicar historias como éstas…
Mientras, las orquídeas se retuercen buscando la luz, empujadas misteriosamente por una extraña fuerza nacida de la Tierra hace unos 3.500 años… Sin preocuparse en exceso de esos ignorantes seres que respiran sus residuos diurnos…
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