Ante la falta de aves, os cuento un interesante comportamiento del mirlo común (Turdus merula). Conocemos que los machos comienzan a emitir sus cantos ya en enero, al menos en las ciudades, iniciándose así su periodo reproductor. Como es evidente, los machos, se convierten en celosos de sus territorios de cría, básicamente ante otros machos. Pero la carencia habitual de alimento en las urbes, hace que en algunos espacios, incluso a algunas hembras (siempre fuera de ese periodo) se les expulse de lugares apetecibles "gastronómicamente" hablando. Esto es lo que ocurre en el proceso de las palmeras. Un proceso que se inicia, curiosamente en una especie alóctona, la palmera datilifera, tan habitual en Barcelona, repleta de carnosos frutos, esos dátiles amarillentos... El segundo escalón, precisamente, también pasa por otra especie alóctona, la cotorra argentina (Myiopsitta monachus), especie claramente asociada a estas palmeras, donde no solo se reproduce sino donde también se alimenta. La alimentación tan burda del psitácido y la abundancia del alimento ingerido, permite a la misma dejar caer multitud de pequeños pedazos de dátil al suelo... Ya hemos hablado en este blog que en la existencia de aves silvestres frugívoras o adaptadas al frugivorismo, la presencia de esta especie es sumamente beneficiosa... (quizás solo en este caso...).
Esos restos alimenticios son aprovechados por muchas especies de aves, entre ellas los mirlos.... Y es más, la iluminación de las farolas permite que, de noche, cuando la ciudad duerme, estas aves ya estén activas y poco presionadas por la no presencia humana...
¿Qué ocurre?... Siempre hay un macho que lucha por ese pequeño pedazo de tierra, situado bajo la base de la palmera. Y en periodo no reprodcutor, que coincide curiosamente con una menor caida de dátiles al no estar tan maduros, tampoco suele consentir la presencia de ni hembras ni machos. Pero en los primeros días de enero, el tema cambia. Ese macho, sí permite la presencia d ehembras. Y otros machos se acercan. Curiosamente, el macho expulsado (visto en 3 ocasiones) se pone a cantar a unos 10 metros desde el propio suelo, mientras queda inmóvil. E igual de inmóvil, está el macho del lek... También es curioso que la hembra no coma, que se queden los 3 inmovilizados mientras el macho más alejado canta, quizás su frustación. Por lo tanto, hay mirlos que cantan desde el suelo y al descubierto en un parterre, y quizás haya hembras en estos espacios que no solo van a a alimentarse, sino a dejarse seducir por el macho más dominante...
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