Poder localizar a esta especie pasa, si no eres anillador y no lo tienes en mano, por escuchar su canto. Una vez localizado por el mismo, sí que podemos vislumbrar algunos detalles que pueden confirmar nuestra observación. Afortunadamente, el canto es distintivo. El ave observada se movía entre las hojas más cerradas de una encina, desde donde voló a otra. Iba cantando en tono bajo, durante unos cinco minutos, a la vez que se alimentaba. Su comportamiento escondedizo hizo que el seguimiento se prolongara durante unos 20 minutos. Uno de los aspectos más llamativos de su morfología era su aspecto general algo más amarillento en sus partes inferiores. Aunque este carácter, una vez observadas fotografía en la red, parecía menos marcado en campo, ya que el fuerte sol que caía sobre la encina y alguna ocasional visión de su pecho, mostraba un ave con poco amarillo. En cambio, al observarlo bajo sombra ese amarillo era más notorio. Lo que sí que se observa cuando buscas el detalle es una ceja más notoria que en Ph. collybita y que se prolonga más sobre la parte posterior del ojo. Esto unido a su pico más grande que en collybita y con la mandíbula inferior algo anaranjada le daba en algunos momentos un "aire" de zarcero, más reforzado por sus movimientos entre ese tipo de vegetación. Algunos autores apuntan también a que su dorso es grisáceo y no verdoso. Yo diría más bien que en mi observación no era definido, pero con algo de verdoso, aunque tampoco mostraba un color grisáceo definido. En cuanto las patas lo que sí se apreciaba es que la parte superior del tarso era de color marrón y en cambio las inferiores de color amarillento sucio. De todas formas, para poder identificarlo, como decía al principio hay que escucharlo cantar, de lo que se deduce que, si ya los machos son poco localizables, las hembras pasan desapercibidas.
martes, 29 de abril de 2014
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